¡Hola de nuevo! Esta entrada va a continuar la anterior ya que en ella sólo están expuestos aspectos del pensamiento de nuestros niños. En la de hoy (que prometemos será la última) se desarrollan otros aspectos importantes. Sabemos que son entradas muy teóricas pero las creemos muy importantes. A partir de ahora, trataremos los temas que nos habéis solicitado de una forma mucho más práctica y amena. ¡Ánimo!
Centrándonos en el desarrollo del lenguaje, como debemos saber que de los 2 a los 3 años se produce una gran explosión del lenguaje. Prácticamente, vamos a observar como el número de palabras se va a multiplicar ya que el vocabulario en un niño de 20 meses es de unas 100 palabras y a los tres años es de más de mil. Además comienza a organizar las frases, a decir frases de dos o tres palabras, a utilizar y comprender preposiciones, pronombres, verbos simples…, va a hacer frases gramaticales (aunque con ciertos errores), relata sucesos y dice su nombre y es capaz de cumplir dos órdenes dadas al mismo tiempo, entre otras cosas.
De los 3 a los 5 años, se produce un uso redundante de pronombres (“yo lo quiero”, “mío”) y, poco a poco, van a empezar a usar los adverbios de lugar y cantidad. Organiza ya y estructura las frases, va a ir enriqueciendo su vocabulario y su lenguaje, y va a hacer uso del lenguaje social.
Después de los 5 años su vocabulario se va a seguir incrementando y el lenguaje se va perfeccionando progresivamente.
Físicamente, un niño de 2 a 3 años cambia de posición con rapidez, tiene buena coordinación manual, alterna los pies al subir y bajar escaleras, salta, pedalea con su triciclo, hace comparaciones del tipo grande-pequeño, hace puzles de tres elementos, pasa las páginas de un libro, construye torres y “trenes” de cubos, y controla sus esfínteres. Cuando ya es más mayor, de 3 a 5 años, se mantiene de puntillas, puede colocar un pie detrás de otro, intenta sostenerse sobre un pie, puede transportar objetos frágiles e imita trazos verticales y horizontales. Por supuesto, estos son sólo algunos ejemplos para que nos hagamos una idea.
No debemos preocuparnos si nos damos cuenta de que nuestros hijos no diferencian izquierda y derecha, etc. ya que se debe a que aún no tienen totalmente interiorizado el espacio. Además, los niños se encuentran más cómodos y seguros en espacios reducidos, como puede ser debajo de la cama, porque está más adaptado a su tamaño corporal y a su capacidad de asimilación del espacio, que aún es muy reducida.
El niño también percibe el espacio como lo piensa y no como lo ve. Un ejemplo es al dibujar una mesa, dibuja cuatro patas porque sabe que las tiene, en lugar de dos o tres, que son las que se ven.
Asimismo, nuestro hijo vive la distancia pero no la entiende, ¿cuántas veces hemos visto a nuestros hijos intentando coger una hoja de un árbol o cualquier otra cosa que no está a su alcance?
Nuestros niños durante el segundo año de vida, ya son capaces de consolar a los demás y molestar, especialmente a los hermanos. A partir de ahora empiezan a identificar y comprender las emociones simples de los demás, como son la alegría y la tristeza, porque ya entienden las suyas propias y son capaces de simularlas. Así, sobre los 3 años, ya muestra un claro conocimiento de lo que agrada o desagrada a los demás. Por tanto, tenemos que tener en cuenta que nuestros hijos de los 4 a 6 años se van a interesar sobre nuestros estados de ánimo y de cómo afectan los deseos en las emociones.
Debemos tener en cuenta que de los 4 a los 10 años, nuestros hijos entienden la idea del bien y el mal en función de lo que nosotros consideremos bueno o malo, y no en función de las reglas morales que rigen a la sociedad. Además, su idea de bien es la de la obediencia a reglas u órdenes concretas.
Las razones que nuestro hijo entiende para seguir las reglas son: el propio interés, la evitación del castigo, la deferencia con el poder, evitar el daño físico a las demás personas, y el intercambio de favores.
Finalmente, nuestros niños pueden experimentar una sensación emocional diferente dependiendo de cómo actuemos con ellos.
Hasta los 3 años, los niños pueden sentir autonomía o duda, en función de si fomentamos y potenciamos sus posibilidades o, por el contrario, cuestionamos sus capacidades y potencialidades. Un ejemplo concreto sería que cuando estamos haciendo la comida, probablemente nuestro hijo quiera imitarnos o ayudarnos, y entonces debemos permitírselo en la medida de sus posibilidades. Una opción sería darle un cuenco con agua y un instrumento para que le dé vueltas. Debemos evitar, por tanto, las expresiones del tipo “no, que tú eres pequeño” o “no, que tú no puedes”.
Posteriormente, de los 3 a los 6 años, pueden tener actitudes de iniciativa o sentirse culpables. Los padres debemos apoyar el nuevo sentimiento de intención de nuestro hijo y no pedir autocontrol, lo que conlleva a controlar demasiado, o a demasiada culpabilidad.
Y hasta aquí todo lo que hemos considerado más relevante, si consideráis que se nos ha escapado algo no dudéis en decírnoslo y lo desarrollaremos. Aprovechamos para volver a recordar que cada niño es único y, por eso, lleva su propio proceso madurativo. Sin más, agradeceros este último esfuerzo.
¡Un saludo!