Todos sabemos que aprender a ser padre no es fácil y que nadie nace sabiendo. Por eso, debemos ser comprensivos con los primeros hijos, porque muchas veces el primogénito se resiste a perder su liderazgo cuando nace el segundo. Se dan entonces los celos, ¡terribles celos que le atormentan cuando llega el precioso hermanito! Se carga de ansiedad y cree a pies juntillas que ha perdido la atención de sus padres. Inevitablemente, duele mucho tener que compartir con un extraño recién llegado –aunque se trate de su hermanito- el afecto paternal que antes tenía en exclusiva.
El primer hijo paga siempre la inexperiencia de sus progenitores. No les exijamos más de lo que pueden realizar, ni les agobiemos con responsabilidades fuera de tiempo y lugar. Tampoco aspiremos a que sean un calco de nuestra personalidad paterna.
En realidad, que nuestro hijo tenga celos del segundo hermano no debe preocuparnos porque es algo habitual. El niño aprende a conocer, mediante el contacto con sus hermanos, las ligeras o pesadas molestias de la convivencia, las múltiples renuncias, las pequeñas o grandes injusticias de la vida. Los celos son la primera experiencia que tiene el niño de la competencia social y son constructivos, siempre dentro de lo normal. No es ni bueno ni malo que el hijo esté solo, pero siempre es preferible que tenga hermanos. ¿Por qué? Porque les ayuda en su sociabilización. Y esta adaptación social se consigue por el paso de la rivalidad a la amistad y, luego, a la colaboración. Como la rivalidad inicial tiene la ventaja de manifestarse en el medio familiar, los padres actuamos como árbitros moderadores que fijamos normas y límites para ayudar a nuestros hijos a superar esto.
El hecho de que los padres identifiquemos los celos de nuestros hijos es la primera medida de su prevención. El niño debe sentir que sus padres no le retirarán el afecto cuando nazca su hermanito. Además, es aconsejable que los hijos vayan bastante seguidos en edad, y no se produzcan saltos de cuatro o cinco años, ya que de esta forma evitaremos que los padres tengan que estar excesivamente pendientes de uno y deban repartirse entre todos.
Antes de que nazca un hermanito, el hijo mayor debe estar enterado de las ventajas y los privilegios de ser mayor. No tiene que observar importantes modificaciones en el hogar que se dispone a recibir al nuevo bebé. Por ejemplo, que no le saquen a él, así por las buenas, de su habitación para que la ocupe un nuevo inquilino. Una buena medida que demuestra las “buenas intenciones” del recién llegado, es que éste le dé un regalo a su hermano mayor. También es importante que el hermano mayor participe en el cuidado y protección del pequeño, ayudando a sus padres a cambiarle la ropa y ese tipo de cosas o reconocerle su veteranía con comentarios como “ven, hijo, vamos tú y yo a comprar el periódico; tu hermanito es pequeño y no puede salir, y tiene que quedarse en casa”. Otro recurso útil es que cuando venga alguien de visita a casa, pida “permiso” al hermano mayor para que el visitante pueda dedicarse a contemplar o cuidar del pequeño.
En resumen, depende de nosotros que el hijo mayor comprenda que no le ha llegado un intruso, ni un rival, sino un futuro compañero de juegos.
¡Aquí os dejamos un vídeo muy interesante sobre los celos!
http://www.youtube.com/watch?v=TYT2pVzKa9A
http://www.youtube.com/watch?v=TYT2pVzKa9A
No hay comentarios:
Publicar un comentario