Sí, desgraciadamente aún es frecuente escuchar expresiones como la siguiente: “Yo tengo que luchar todo el día con ellos, y su padre se dedica a malcriarlos, les compra cosas y les dice que soy una histérica”.
El comportamiento difícil de un hijo puede acabar uniendo más a la pareja o acentuando sus desavenencias. Con frecuencia, cuando los padres no están de acuerdo, uno se convierte en “bueno” y otro en “malo”. Por lo general uno permite que el niño haga lo que quiera y se pone de su parte y otro queda marginado. Frecuentemente el hijo está manejando a los padres para que discrepen, por lo que éstos pierden las riendas y el niño toma un poder excesivo. Esto no es bueno para el niño, ya que le da un sentimiento irreal de autoridad y porque la ausencia de un control efectivo genera ansiedad.
Lo ideal es el acuerdo entre los padres. Para esto hay que sentarse a hablar de los problemas hasta llegar a un acuerdo sobre las normas y las consecuencias derivadas de su incumplimiento. Todos los padres son capaces de hacerlo.
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