¡Buenos días, familias!

Como ya sabéis en el colegio estamos llevando a cabo un proyecto desde el Departamento de Orientación para guiaros en vuestra labor como padres.

El pasado jueves, en nuestra primera reunión de la escuela de padres, comentásteis vuestro interés por conocer más sobre unos temas concretos, de ahí que hayamos creado este blog. Estos temas están relacionados, mayoritariamente, con la conducta de nuestros niños y con posibles situaciones que pueden afectar a los niños.
Cada entrada está planteada de manera que haya una breve explicación más teórica de la situación y otra parte en la que se proporcionan unas pautas orientativas.

Queremos dejar claro que cada niño y cada situación es diferente, por lo tanto, no se pueden tomar como si fueran “recetas mágicas” aplicables a todos.

Si consideráis que tenéis preguntas o algo no os queda claro, no dudéis en poneros en contacto con nosotras.
Estamos a vuestra disposición tanto en el despacho del colegio los miércoles y viernes de 11 a 13 horas, así como en nuestro correo electrónico (coleorientacion@gmail.com). Además, no dudéis en manifestar vuestras inquietudes en los comentarios del blog para que, entre todos, nos podamos ayudar.

Ya para despedirnos, recordar que cada dos semanas hacemos escuela de padres los jueves de 17.30 a 18.30 en el salón de actos.


Animaos a participar, ¡será divertido!

domingo, 31 de octubre de 2010

La adopción

Generalmente los niños adoptados son niños “muy deseados”, los padres pueden ser “un poco mayores” y cuanto mayores son los niños existe mayor probabilidad de que se incrementen los problemas. No todos los niños adoptados están excesivamente mimados, ni son unos tiranos, pero sí es cierto que muchos padres de niños adoptados se sienten inseguros ante los problemas que la adopción puede plantear en sus hijos.
Dudan si decirles o no que son adoptados, cuándo deben hacerlo, de qué forma y les angustia la posible reacción y si los seguirán queriendo. Hay padres que deciden no contarles la verdad y pasan la vida temiendo que por alguna circunstancia o persona lo descubra. Hay que saber que ninguna edad es idónea para la revelación de la adopción. La mayoría de los psicólogos coinciden en que se debe decir a los niños que son adoptados y hacerlo pronto, cuando puedan interiorizarlo como un hecho normal. Es aconsejable decirlo cuando pregunten por su origen y adaptando la respuesta a su nivel de comprensión siempre en un ambiente de tranquilidad, por ejemplo, viendo fotos de cuando eran pequeños.



Así, pues, no debemos preocuparnos por si decírselo o no o cuándo es mejor decirlo. Siempre va a ser mejor que los niños se enteren por nosotros que por otros. Si la noticia llega por otras personas, el niño puede perder la confianza en nosotros o, si es ya mayor, pueden surgir deseos de búsqueda, con rechazo de los padres adoptivos e, incluso, fugas del hogar.
Debemos saber que el niño adoptado, en la búsqueda de su identidad, necesita tener acceso a la siguiente información: ¿por qué se me entregó para la adopción?, ¿quién eran mis padres biológicos y qué clase de personas eran?, ¿quién soy yo, en realidad? Tenemos que intentar hacerle entender a nuestros hijos que hay circunstancias en la vida que pueden llevar a unos padres a comportarse de manera extraña.
En el niño se crean ansiedades que tiene la necesidad de calmar pensando que no lo han rechazado por falta de amor, sino por dificultades materiales.

Si hay algún caso particular en que no sabéis muy bien como enfocar la situación, sabéis que siempre podéis recurrir a nosotras.

Hábitos para dormir

Los problemas de conducta a la hora de dormir son sin duda un motivo de infelicidad y cuando no se resuelven y se prolongan en el tiempo, son causa de alteraciones importantes en el clima familiar.
Los problemas a la hora de dormir pueden ser rechazo a ir a la cama a la hora fijada, llamar a los padres desde la cama o ir a la cama de los padres.

El sueño está regulado biológicamente. Sin embargo, los padres desde muy temprano debemos inculcar rutinas para adquirir hábitos correctos de sueño a nuestros niños y ser conscientes en su aplicación. Hay que consolidar una rutina que dé seguridad al niño.

Es importante a la hora de enseñar a dormir bien a nuestros hijos el adoptar una actitud permisiva hacia los rituales de adormecimiento del niño (juguetes, luces piloto, puertas abiertas, etc.), que son necesarios para evitar sus naturales temores infantiles.

También es necesario no escatimar nuestra compañía, acostarle y quedarse junto a él, charlar con él un poco o leerle un cuento, pero… y esto es muy importante: hay que advertirle que nos iremos al cabo de un rato. Por ejemplo, cuando la manecilla del reloj haya llegado a tal sitio y nos vamos antes de que se duerma porque si se ha quedado dormido y no se entera de nuestra partida, cuando se despierte volverá a reclamar nuestra presencia. Es bueno turnarse, una vez el padre y otra la madre, de manera que el niño no establezca preferencias.

Debemos animarle a que intente dormir solo y premiarle sus progresos. Pero, seamos intransigentes en sus demandas y exigencias nocturnas que tiranizan reclamando continuamente (“¡Aguaaaaaaa!”, “Pipííííí”), que de hacerles caso se irán multiplicando. Y procuremos no rendirnos y permitir que duerma en nuestra cama, lo cual puede terminar constituyendo una dificultad en la propia relación de pareja.

No es recomendable utilizar la indicación de mandar al hijo a la cama como un castigo, ya que entonces el niño la verá como tal.

Por último, hay que tener clara la diferencia entre la hora de acostarse, que la podemos imponer como padres, y la hora de dormir, que será cuando el niño esté cansado y le venza el sueño, que no será siempre la misma hora, pero, eso sí: se acostará a la misma hora. Dentro de su cama puede hacer lo que quiera. Lo único que no puede hacer es levantarse de la cama. Le estamos creando el hábito de dormir bien.


sábado, 30 de octubre de 2010

Ante una separación de los padres...

Lo primero que se debe tener en cuenta es que por un lado está la separación de pareja, a nivel conyugal, y por otro la separación como padres, a nivel de ejercicio de padres. El problema de esto es que en separaciones de pareja conflictivas, el ejercicio de la parentalidad decae, aunque sea temporalmente, porque predominan los problemas personales entre los cónyuges.

La separación de los padres es algo que afecta a los niños aunque los padres no se lo propongan y aunque la separación sea totalmente civilizada. De entrada, los niños se sienten vulnerables; se rompe en mil pedazos el armazón de seguridad que el niño se había ido forjando. Todo se vuelve menos fiable y menos predecible y el niño puede preguntarse “¿cuándo volveré a casa de los abuelos?”, “¿qué haremos en Navidad?”. Aparecen así los miedos intensos y la ansiedad continua, porque los niños tienen miedo de ser abandonados o no queridos, que es lo que le ha pasado a su madre y a su padre. También aparece, en mayor o menor medida, la reacción depresiva (tristeza y lástima).

Es importante que tras una ruptura y una separación, el niño siga manteniendo contacto con sus dos progenitores. De este modo es más fácil combatir todos los miedos anteriormente nombrados y todos esos sentimientos negativos ya que, como señala Anna Freud, lo importante para el niño reside en la ausencia o la presencia corporal del objeto de amor.

Los padres debemos explicarles claramente a los niños porqué nos hemos separado, las consecuencias positivas que eso tendrá de manera que él pueda comprenderlo y, por encima de todo, que independientemente de las desavenencias entre los padres, a él se le sigue queriendo igual. Así evitaremos un pensamiento muy común entre los niños en esta situación (“fantasías de reconciliación de los padres”). Con las cosas positivas que esto tendrá nos referimos, por ejemplo, a dejarle claro al niño que podrá vivir con su madre o con su padre por separado, en dos casas distintas, a cuál más bonita, y tendrá la oportunidad de disfrutar de dos estilos de vida, ampliará su círculo de amistades adultas e incluso de iguales si los amigos de ambos padres tienen hijos. Podrá asimismo disfrutar de las aficiones que por separado tienen sus padres y que quizá no conocía porque son intereses que no comparten.


Una explicación de la separación que funciona muy bien con niños pequeños es la siguiente: “Mira, cariño, los papás a partir de ahora ya no vivirán juntos. Es la mejor manera de que papá y mamá sigan siendo amigos y no los veas discutir ni pelear. Así que no te preocupes porque nosotros te vamos a seguir queriendo como siempre”. En este caso es mejor que los dos padres estén de acuerdo y se mantengan unidos de cara al niño. Se evitará también de este modo que el niño culpabilice sólo a uno de los dos padres.
Otra posible forma de hacerle comprender al niño la separación de sus padres es poniendo ejemplos conocidos de familias en esa situación y resaltar las cosas que, a pesar de todo, se han mantenido en lo que al niño se refiere.
Es fundamental hacer que el niño no se sienta culpable de esta situación y que entienda que no es un bicho raro porque le pase a él, ya que hay mucha más gente en su misma situación.

Por último, el niño debe saber que él puede ser de gran ayuda para sus padres. Y no sólo por la compañía y el apoyo moral que les da en sus momentos de desánimo o tristeza, sino porque a partir de ahora cada uno de sus padres tendrá que hacer solo las tareas que antes solían repartirse en casa. Es un buen momento para que el niño los ayude a cada uno, colaborando en las tareas del hogar. Al niño hay que transmitirle este mensaje gratificante: “Después de todo, no es frecuente que gente de tu edad sea capaz de echar una mano a gente de la nuestra”.

Si esta información y estas pautas resultan insuficientes, no dudéis en poneros en contacto con nosotras para que os proporcionemos más información o bibliografía que os pueda ser de utilidad.

Os vamos a adjuntar también un vídeo en el que una psicóloga sintetiza todo lo que nosotras os hemos desarrollado: http://www.youtube.com/watch?v=0IqTH2LoP24

miércoles, 27 de octubre de 2010

¿Y si tenemos más hijos?

En el caso de los segundos hijos los celos, si se muestran, lo hacen en menor medida ya que ellos siempre han tenido que compartir a sus padres y lo han ido aceptando poco a poco. Hay que tener cuidado porque los segundos o terceros hijos no están “inmunizados” contra los celos y esto puede traer consecuencias como trastornos de conducta, poco apetito, irregularidades en el sueño, etc.
También son razones de celos en los segundos hijos el hecho de ocuparse menos de él por creer que “el segundo ya crece solito” o de preferir al mayor por ser el primer hijo, nieto o sobrino de la familia, encontrando falto de interés al segundo.



Otro aspecto a tener en cuenta cuando se tiene más de un hijo, son las comparaciones. Hay que evitar en todo momento comparar al segundo con el mayor, lo cual se hace inconscientemente muchas veces. Otra desventaja que perciben estos niños es que heredan la ropa, libros del colegio o los juguetes de los hermanos mayores, impidiéndoles así estrenar ellos algo. Por eso, sería bueno que además de aprovechar lo que pueda servir de un niño a otro, permitir de vez en cuando que el pequeño estrene algo.

Primer hijo y posibles celos.

Todos sabemos que aprender a ser padre no es fácil y que nadie nace sabiendo. Por eso, debemos ser comprensivos con los primeros hijos, porque muchas veces el primogénito se resiste a perder su liderazgo cuando nace el segundo. Se dan entonces los celos, ¡terribles celos que le atormentan cuando llega el precioso hermanito! Se carga de ansiedad y cree a pies juntillas que ha perdido la atención de sus padres. Inevitablemente, duele mucho tener que compartir con un extraño recién llegado –aunque se trate de su hermanito- el afecto paternal que antes tenía en exclusiva.
El primer hijo paga siempre la inexperiencia de sus progenitores. No les exijamos más de lo que pueden realizar, ni les agobiemos con responsabilidades fuera de tiempo y lugar. Tampoco aspiremos a que sean un calco de nuestra personalidad paterna.

En realidad, que nuestro hijo tenga celos del segundo hermano no debe preocuparnos porque es algo habitual. El niño aprende a conocer, mediante el contacto con sus hermanos, las ligeras o pesadas molestias de la convivencia, las múltiples renuncias, las pequeñas o grandes injusticias de la vida. Los celos son la primera experiencia que tiene el niño de la competencia social y son constructivos, siempre dentro de lo normal. No es ni bueno ni malo que el hijo esté solo, pero siempre es preferible que tenga hermanos. ¿Por qué? Porque les ayuda en su sociabilización. Y esta adaptación social se consigue por el paso de la rivalidad a la amistad y, luego, a la colaboración. Como la rivalidad inicial tiene la ventaja de manifestarse en el medio familiar, los padres actuamos como árbitros moderadores que fijamos normas y límites para ayudar a nuestros hijos a superar esto.


El hecho de que los padres identifiquemos los celos de nuestros hijos es la primera medida de su prevención. El niño debe sentir que sus padres no le retirarán el afecto cuando nazca su hermanito. Además, es aconsejable que los hijos vayan bastante seguidos en edad, y no se produzcan saltos de cuatro o cinco años, ya que de esta forma evitaremos que los padres tengan que estar excesivamente pendientes de uno y deban repartirse entre todos.
Antes de que nazca un hermanito, el hijo mayor debe estar enterado de las ventajas y los privilegios de ser mayor. No tiene que observar importantes modificaciones en el hogar que se dispone a recibir al nuevo bebé. Por ejemplo, que no le saquen a él, así por las buenas, de su habitación para que la ocupe un nuevo inquilino. Una buena medida que demuestra las “buenas intenciones” del recién llegado, es que éste le dé un regalo a su hermano mayor. También es importante que el hermano mayor participe en el cuidado y protección del pequeño, ayudando a sus padres a cambiarle la ropa y ese tipo de cosas o reconocerle su veteranía con comentarios como “ven, hijo, vamos tú y yo a comprar el periódico; tu hermanito es pequeño y no puede salir, y tiene que quedarse en casa”. Otro recurso útil es que cuando venga alguien de visita a casa, pida “permiso” al hermano mayor para que el visitante pueda dedicarse a contemplar o cuidar del pequeño.
En resumen, depende de nosotros que el hijo mayor comprenda que no le ha llegado un intruso, ni un rival, sino un futuro compañero de juegos.


¡Aquí os dejamos un vídeo muy interesante sobre los celos!
http://www.youtube.com/watch?v=TYT2pVzKa9A

martes, 26 de octubre de 2010

Desarollo II

¡Hola de nuevo! Esta entrada va a continuar la anterior ya que en ella sólo están expuestos aspectos del pensamiento de nuestros niños. En la de hoy (que prometemos será la última) se desarrollan otros aspectos importantes. Sabemos que son entradas muy teóricas pero las creemos muy importantes. A partir de ahora, trataremos los temas que nos habéis solicitado de una forma mucho más práctica y amena. ¡Ánimo!

Centrándonos en el desarrollo del lenguaje, como debemos saber que de los 2 a los 3 años se produce una gran explosión del lenguaje. Prácticamente, vamos a observar como el número de palabras se va a multiplicar ya que el vocabulario en un niño de 20 meses es de unas 100 palabras y a los tres años es de más de mil. Además comienza a organizar las frases, a decir frases de dos o tres palabras, a utilizar y comprender preposiciones, pronombres, verbos simples…, va a hacer frases gramaticales (aunque con ciertos errores), relata sucesos y dice su nombre y es capaz de cumplir dos órdenes dadas al mismo tiempo, entre otras cosas.
De los 3 a los 5 años, se produce un uso redundante de pronombres (“yo lo quiero”, “mío”) y, poco a poco, van a empezar a usar los adverbios de lugar y cantidad. Organiza ya y estructura las frases, va a ir enriqueciendo su vocabulario y su lenguaje, y va a hacer uso del lenguaje social.
Después de los 5 años su vocabulario se va a seguir incrementando y el lenguaje se va perfeccionando progresivamente.

Físicamente, un niño de 2 a 3 años cambia de posición con rapidez, tiene buena coordinación manual, alterna los pies al subir y bajar escaleras, salta, pedalea con su triciclo, hace comparaciones del tipo grande-pequeño, hace puzles de tres elementos, pasa las páginas de un libro, construye torres  y “trenes” de cubos, y controla sus esfínteres. Cuando ya es más mayor, de 3 a 5 años, se mantiene de puntillas, puede colocar un pie detrás de otro, intenta sostenerse sobre un pie, puede transportar objetos frágiles e imita trazos verticales y horizontales. Por supuesto, estos son sólo algunos ejemplos para que nos hagamos una idea.

No debemos preocuparnos si nos damos cuenta de que nuestros hijos no diferencian izquierda y derecha, etc. ya que se debe a que aún no tienen totalmente interiorizado el espacio. Además, los niños se encuentran más cómodos y seguros en espacios reducidos, como puede ser debajo de la cama, porque está más adaptado a su tamaño corporal y a su capacidad de asimilación del espacio, que aún es muy reducida.

El niño también percibe el espacio como lo piensa y no como lo ve. Un ejemplo es al dibujar una mesa, dibuja cuatro patas porque sabe que las tiene, en lugar de dos o tres, que son las que se ven.

Asimismo, nuestro hijo vive la distancia pero no la entiende, ¿cuántas veces hemos visto a nuestros hijos intentando coger una hoja de un árbol o cualquier otra cosa que no está a su alcance?

Nuestros niños durante el segundo año de vida, ya son capaces de consolar a los demás y molestar, especialmente a los hermanos. A partir de ahora empiezan a identificar y comprender las emociones simples de los demás, como son la alegría y la tristeza, porque ya entienden las suyas propias y son capaces de simularlas. Así, sobre los 3 años, ya muestra un claro conocimiento de lo que agrada o desagrada a los demás. Por tanto, tenemos que tener en cuenta que nuestros hijos de los 4 a 6 años se van a interesar sobre nuestros estados de ánimo y de cómo afectan los deseos en las emociones.

Debemos tener en cuenta que de los 4 a los 10 años, nuestros hijos entienden la idea del bien y el mal en función de lo que nosotros consideremos bueno o malo, y no en función de las reglas morales que rigen a la sociedad. Además, su idea de bien es la de la obediencia a reglas u órdenes concretas.
Las razones que nuestro hijo entiende para seguir las reglas son: el propio interés, la evitación del castigo, la deferencia con el poder, evitar el daño físico a las demás personas, y el intercambio de favores.

Finalmente, nuestros niños pueden experimentar una sensación emocional diferente dependiendo de cómo actuemos con ellos.
Hasta los 3 años, los niños pueden sentir autonomía o duda, en función de si fomentamos y potenciamos sus posibilidades o, por el contrario, cuestionamos sus capacidades y potencialidades. Un ejemplo concreto sería que cuando estamos haciendo la comida, probablemente nuestro hijo quiera imitarnos o ayudarnos, y entonces debemos permitírselo en la medida de sus posibilidades. Una opción sería darle un cuenco con agua y un instrumento para que le dé vueltas. Debemos evitar, por tanto, las expresiones del tipo “no, que tú eres pequeño” o “no, que tú no puedes”.
Posteriormente, de los 3 a los 6 años, pueden tener actitudes de iniciativa o sentirse culpables. Los padres debemos apoyar el nuevo sentimiento de intención de nuestro hijo y no pedir autocontrol, lo que conlleva a controlar demasiado, o a demasiada culpabilidad.

Y hasta aquí todo lo que hemos considerado más relevante, si consideráis que se nos ha escapado algo no dudéis en decírnoslo y lo desarrollaremos. Aprovechamos para volver a recordar que cada niño es único y, por eso, lleva su propio proceso madurativo. Sin más, agradeceros este último esfuerzo.
¡Un saludo!

Desarrollo I

Para empezar, creemos que es muy recomendable saber cómo son nuestros hijos y cómo se están desarrollando. De ahí que, esta primera entrada, la dediquemos al desarrollo de nuestros niños en todos los aspectos. Igual, por eso, esta entrada se va a hacer un poco más pesada, pero no os desaniméis que seguro que os parece muy interesante; nosotras por lo menos así lo creemos.

Basándonos en un conocido autor sobre el desarrollo, Piaget, incluiríamos a nuestros niños en el periodo preoperatorio e irá pasando al siguiente estadio, el de las operaciones concretas,  progresivamente.

En esta etapa, nuestro hijo, sin abandonar la acción, accede al mundo de los símbolos, de la representación y de la referencia.
En esta etapa, debemos tener en cuenta que nuestros hijos desarrollan en gran medida su capacidad de imaginar y fantasear y, por ello, es importante que les demos oportunidad de jugar e incluso los acompañemos en el juego. Un ejemplo, sería que el niño utilice una zapatilla para hacer la función de teléfono. Esto significa que ya no necesita manipular objetos concretos, sino los objetos mentales que están en su lugar. En este caso, el objeto concreto sería la zapatilla y el mental, el teléfono.


Otro aspecto a tener en cuenta es el habla comunicativa; como sabéis, todos los niños a la edad de 2 ó 3 años, pregunta el porqué de las cosas. Es importante darles una respuesta convincente a sus preguntas siempre, aunque no sepamos muy bien qué decir. La finalidad es la comunicación, y que nuestro hijo se sienta escuchado. Esto está relacionado con el finalismo; para nuestro hijo todo sucede por algo; todas las acciones tienen que buscar un final. Por ejemplo, “si me porto bien, me comprarás un helado”.

También es frecuente que a estas edades los niños dirijan sus acciones en voz alta, es decir, que no debéis preocuparos por pensar “mi hijo habla solo” porque es la manera que tienen ellos de transformar lo que piensan en una acción concreta. Esto suele darse mucho en situaciones de juego.

Además, los niños a estas edades actúan por imitación, así que la mejor manera de evitar una conducta no deseada en nuestro hijo, es no realizarla nosotros. Lo mismo ocurre en las que nos parezcan positivas. De este modo, si nosotros por ejemplo tenemos el hábito de leer y nos ven haciéndolo, seguramente nuestros hijos muestren interés por los libros.

Uno de los rasgos más llamativos del pensamiento preoperatorio es el egocentrismo, que lo podemos definir como la dificultad que el niño tiene para considerar su punto de vista como uno más entre los posibles. Nuestro niño va a estar centrado en su propia perspectiva, y se resiste a descentrarse de ella. Un ejemplo del egocentrismo es cuando nuestro hijo tiene dificultades para compartir sus juguetes. Solo un intercambio social variado, tanto con los familiares como con otros niños, conseguirá que salga de esta dinámica.

Por otro lado, para nuestros niños las cosas existen o no, la realidad es como se presenta en ese momento. Por ejemplo, un niño pensará que los árboles no tienen hojas si le preguntamos en invierno y que sí tienen si le preguntamos en verano. A esto se le denomina realismo. Los niños también creen que todo es tangible (los sueños, los pensamientos, etc.).

El pensamiento irreversible es otra de las características de nuestros niños, por la cual estos no pueden volver a nivel mental a una premisa inicial. Un ejemplo de ello sería que en caso de hacer el recorrido casa-colegio con ellos, a la vuelta, ellos no sabrían identificar que es el mismo recorrido, pero al revés.

El razonamiento que van a tener nuestros niños va a ser transductivo (que va de lo particular a lo particular, por ejemplo: llueve y le pones las botas, no generaliza) y sincrético (suma de ideas, de experiencias, sin llegar a una auténtica articulación entre ellas).

Todo lo comentado anteriormente, lleva al niño a creer que los objetos y hechos físicos tienen las mismas propiedades que un ser vivo (animismo). Por ejemplo, cuando un niño se golpea sin querer con una mesa, es probable que el niño le devuelva el golpe pensando que le va a hacer daño.


Finalmente, os dejamos un enlace que nos parece muy representativo sobre la imitación que hacen los niños de sus personas de referencia, http://www.youtube.com/watch?v=Yu48AxtrPRw. ¡Esperamos que os guste!